Morir, como el héroe ignoto
como el paladín olvidado que
obtuvo los favores de tus cortes
y de mis cortes dedicadas a ti, mi alma!
Morir como el supremo ser que te dio vida
como el que creyó en tu primavera de gracia
como quien dio vida a ese tierno ideal tenido
de mil orquídeas y de frescos campos.
Morir como el enfermo de tu cruel desamor
morir como el que sigue creyendo en tu sino
como aquel que te levantó de los ayes de tu ayer
como quien jamás perdió la fe en tus pasos de ganso.
Morir como el que te llevo a mi Gloria Suprema
a despecho de tus gólgotas y calvarios de miseria
como quien hizo grandes cosas y sublimes hazañas
por la magia de tu sonrisa, por el encanto aquel de tu mirar.
Morir envuelto en los pliegues de tu olvido,
como un mendigo pobre que jamás encontró consuelo
como aquel ser que te dio vida, y que hoy no sabe fenecer
como el que en sueños aún te siente llena de vida y de risas.
Morir como quien te siente feliz en otras latitudes
como quien carga con el oprobio de tu desamor y tu desdén
como quien se encarga de las horas fútiles y vanas
como el que en el convento se apiada de aquellos patos.
Morir sintiendo a Chopin, a Glazunov a Rachmaninov
en una tarde otoñal de Viena, sabiéndote dichosa
morir al fin, como un pedazo de escoria maltrecha
que luego de tocar, apasionado, su piano, se le bota.
©Gustavo Bonelli V.
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