...aquella tarde que pasamos en Bélgica, me propusiste ir a la confitería. Yo accedí con agrado y mientras aguardábamos al mozo, me dijiste:
—Tú me fascinas.
Yo te creí porque vi la sinceridad en la opalina sustancia de tus ojos… ¡Oh, Dios, qué divino puede llegar a ser el amor!
©Gustavo Bonelli Vásquez
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