Me aferro a tu alegría diurna
a la calidez de tu voz
al vaivén sutil de tu pelo
y de tus tiernas caderas en flor.
¡Quiero que esta vida sea de verdad!
Me aferro al encanto de tu feminidad
al glorioso culminar de tu vientre
a tus pies tornasolados de musa
al colorete que no usas
y al rimel inquieto de tus pestañas.
Me aferro a tu vida taciturna
a la explosión de tus dientes
al discurrir de tus dedos
y al tocado hecho de hilachas,
que refleja tu augusta mejilla...
Me aferro a tus besos melosos
a tus labios que buscan mi boca,
cual si fuera una oración postrera.
A tu conciencia de ti y tus aromas,
aquellos que sorbes en la quietud de la tarde.
Me aferro a los globos que lanzas
confiada en tu espacio,
al danzar cadencioso de extraños bailes
que regalas en medio de mi soñar
a mi yo...
Me aferro pues, a tu risa,
a tus ojos de diosa
y al encanto fresco de tu mirar;
cual si fuese por fin verdad
que más nunca hemos de morir!
©Gustavo Bonelli Vásquez
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